domingo, 20 de enero de 2013

El piloto Matt.




Podría decirse que no era el más lindo o que sus extremidades no lo hacían un niño muy hábil.
Por sus pecas, mucha gente podría considerarlo su gran defecto—dejando por segundo lugar sus dientes amarillos y grotescos. Pero al pequeño de doce años nada lo paraba y siempre seguía con la frente en alto.
Radiaba su sonrisa.
Sea la época, clima o día que fuese, siempre le podrías encontrar con su sonrisa acompañada de una mirada perdida y a veces soltaba una risa tonta, tonta por el hecho de corta y sin chiste alguna. Si se encontraba por la ciudad un niño así como él, lo señalaban como un niño perdido. «Perdido»… así llamaban a todos los infantes que nacieran con algún problema. Con este niño parecía que en su cabeza no existía la palabra «razonamiento». Le encantaba correr descalzo por los pastizales alzando sus brazos, creyendo sentir la libertad como los pájaros que despiertan con él en cada amanecer.

Siendo hijo único, él nunca se consideraba un niño que se sentía solo. Su nombre, Maximiliano (en ocasiones él se hacía llamar a sí mismo Miliano); y su apellido, todo gracias a cómo era, se le podría poner Extenso. Extenso haciendo referencia a la profunda y grande imaginación que se cargaba en su cabeza, fascinado de las cosas que podían tocar las nubes, intrigado a los animales que sin aparatos lo podían hacer y fanático de los aparatos que no necesitaban de alas naturales para igual lograr tocar el cielo.
Su cuarto de bipolaridad abierta (pero perfecta para Miliano) que lo hacía sentir conforme en que si quería observar el cielo durante el día el sol radiante. Las nubes abultadas como algodón le agradaban; lo mismo era por la noche, ya que le encantaba sentir que el frío lo cobijaba mientras las estrellas aparecían más algunas veces o aparecían menos en otros días, como su hobbie de siempre. Como dirían en la central, su canal favorito.

Con el primer objeto que se le permitió soñar fue con una pluma de un cuervo negro que encontró en su frente una mañana al despertar, teniendo solamente 8 años en aquel entonces—ya convencido en lo que quería lograr. No está demás mencionar que por el lugar donde habitaba no se le permitía estudiar alejado de la gran ciudad, y con sus padres de aspecto humilde pero carácter fuerte; sobre todo el papá. A mamá siempre se le notaba por su voz (con la que siempre le hablaba a su hijo), que era una mujer delicada y simpática. La gran duda de Miliano era el por qué en esas noches frías que sentía cuando estaba en su cuarto, escuchaba las lágrimas y el sonido del llanto de su madre, y de repente silencio absoluto. Y también oía que cosas pesadas eran arrojadas contra la pared de al lado; él imaginaba que el frío abrumaba fuerte con su madre, que las cosas que escuchaba caer, eran las estrellas cercas de casa. Miliano buscaba a la vez una razón del por qué a veces hay menos estrellas en unas noches que otras, y trataba de concordarlo con el misterio de su mamá.

Era costumbre diaria que cada mañana despertara a Miliano con el primer resplandor que pegaba el sol en su cuarto. Que se levante de la cama y que baje… y con la primera persona que siempre se encontraba era su madre. Ella le daba un beso en la frente y Miliano se lo regresaba; eso era rutinario, acompañado de unos «Buenos días». Llegaba Miliano al granero donde su padre lo esperaba. Maximiliano siempre que lo veía a su papá sabía que teníaa ansias, pero el padre compartía sus ansias con órdenes, gritos y siempre quitándose el cinto. Miliano era feliz cuando papá le daba "palmadas" en la espalda con el cinto, puesto que era las únicas ocasiones en donde papá mostraba algo de afecto hacia él. El padre, una persona que siempre cargaba un rostro de furia, mal humorado (y en especial cuando miraba a Miliano). En una tarde ardua de trabajo para papá, sin razón alguna deja a un lado lo que hacía, se dirige sin mirar a otro lado más que a su camioneta vieja—esa camioneta café, que por el color no distinguías si era por lo vieja o porque así era su color, sube a ella y va rumbo a la ciudad.

Y Miliano, como siempre, descalzo. Acostado entre los pastizales con la vista pegada al cielo y una mancha en su mejilla derecha de lodo; se levantó en un instante y observó de lo lejos la habitación de mamá. Por mero presentimiento caminó Miliano al cuarto de mamá. Dentro de la casa, a mediación de las escaleras, volvió escuchar las lágrimas caer y los llantos proveniente de su madre; sin duda alguna, Miliano entra a la habitación con la misma cara de perdido y una sonrisa colgando de él. Se acerca lentamente a su madre, quien se encontraba sentada sobre la cama con la miraba baja, llena de suspiros e incontenibles lágrimas. Miliano alza la mano y acaricia suavemente el rostro de su madre; ella voltea a verlo y le regala una sonrisa.
En el momento donde su hijo siente una gota que cae de sus fríos ojos y roza las mejillas de aquella mujer, reacciona con una cara de sorprendido y empieza a temblar su muñeca. Rápidamente mamá se levanta y se dirige a su tocador, abre un cajón situado a su derecha y de ahí saca una caja ancha pero delgada; se pone de rodillas enfrente de Miliano, quien aún le temblaba la muñeca, y con su expresión de asombro la madre abre la caja—y de inmediato los colores de aquel objeto que estaba adentro de ésta, rojo, amarillo, azul y verde, llamaron la atención de Miliano. Y su rostro cambio a su típico gesto de perdido, pero aun contenía su asombro. Su madre saca el objeto de forma romboide con su largo hilo; ella toma la mano de su hijo, salen a su grande patio de largos pastizales. El viento sopla a favor de la actividad de mamá que quería compartir con su hijo. Mamá a unos cuantos trotes y Miliano preocupado, agarra de la falda larga a su madre por simplemente miedo, pero él se da cuenta que el objeto colorido estaba en el aire. Sorprendido y con una sonrisa enorme, Miliano gritó de felicidad; observó cómo su mamá manejaba al objeto y minutos después su madre se lo entrega.
Y empieza a brincar de felicidad y a correr por los pastizales, sosteniendo y controlando al nuevo juguete de Miliano. Mientras su madre lo observaba, lágrimas se derramaban por el rostro de nuevo mientras un gesto de alegría emergía.

Pasaron las horas y Miliano seguía corriendo en círculos—como de costumbre descalzo. Mamá ya no estaba presente. Se ocultaba el sol y el viento dejaba de soplar hasta que el objeto cae. Miliano se sienta en la tierra haciendo fuertes respiraciones de cansancio, y se da cuenta de que la camioneta vieja de papá ya se encontraba en casa. La puesta de sol cada vez era más anaranjada y Miliano, con gran cansancio, se acuesta de nuevo en los pastizales. Dejó que los minutos corrieran; la oscuridad ya abarcaba el cielo y Miliano sabía que era hora de entrar a su cuarto a contar las estrellas. En eso observa a una estrella un tanto diferente: ésta no tenía la misma forma que las demás y sentía que se acercaba. Emocionado por ya ver esa estrella en su cuarto se levanta, toma su nuevo juguete, da unos cuantos pasos arrastrando el hilo, cuando de repente escucha un fuerte estallido proveniente del cuarto de sus padres. Miliano vuelve a obtener su cara de angustia pero ésta ocasiona que su cuerpo no pueda moverse por lo que vio en esa ventana. En ese momento, él siente una gran presencia de gran tamaño y gran peso detrás de él. Coltea y en menos de unos segundos, Miliano se dio cuenta de que la estrella deforme cae cerca de él. Miliano no sabía quién fue el que lo arrojó hacia el piso, pero notó inmediatamente que se formó un gran agujero enfrente de él.
Hay fuego alrededor. Él se acerca y se da cuenta de que se trataba de esos aparatos que sin alas naturales podía rozar los cielos; se aproxima unos pasos más y llega en donde según se supone debería estar una persona controlando el aparato, pero lo único que se encuentra Miliano es con una chaqueta de cuero con el nombre grabado de "El Piloto Matt".

Luego se escucha otro balazo.




Hecho por Alets
Beta-Reader: Erika Galvan.






No hay comentarios:

Publicar un comentario