domingo, 14 de abril de 2013

Hemicránea 36




Llevo dos semanas desde que me liberé.
No sé de dónde exactamente, ni por que me tenían allí. Carajo, ni siquiera sé quien soy.
Tengo recuerdos borrosos sobre sujetos mirándome desde arriba.
Pero lo que importa ahora es qué comer, tengo hambre y parece que todos en la ciudad se han ido...


Una sequía me abunda hasta las más pequeñas papilas, nunca había sentido una gran necesidad de beber hasta cada partícula diminuta de polvo.
Todos me apuntaban con una gran fuerza que penetraba mi alma, como una gran critica hacía mi persona y la rigidez de sus miradas. Era una sensación única que podría representarse en un ambiente frío y lleno de miedo a lo considerado escalofriante y a su vez una gran presión de calor que derramaba gotas gordas de sudor llenas de las lagrimas que no puedo liberar con facilidad.
¡Caramba! He pisoteado mi propia autoestima sin importar lo pequeña que era.

Quiero dejar de pensar, pero hay una nube de emociones y un diluvio de pensamientos, de recuerdos bloqueados.
Espero que mi familia y amigos estén bien, si es que tengo, ¡no recuerdo!
Dejo de ver por la ventana y salgo del edificio, y eso, no hay nadie.
Pero no es una escena apocalíptica, todo está intacto, los edificios .
Si quiera basura!
Como si una aspiradora gigante hubiera descendido del cielo y hubiera succionado solo a los seres humanos.
Tengo miedo, sí.
Lo que más miedo me da es que me siento... feliz.
No hay presión, se fue la atmósfera que siempre había.
Un gato va cruzando la calle...

Será una agonización la mía al verlo. Puede representar esa voluntad propia de querer ver algo. De poder no sentirme tan solo y eso más que ponerme en duda, me entristece. 
Tan solo quiero saber el porque de las cosas y no patrañerías mías de mi cabeza. Ahora en quien menos confió es en mi mismo pero no hay nadie mas, en absoluto. Retóricos lanzamientos de ideas que me obsequia mi subconsciente y el problema es que no sé la manera de entenderlos, simplemente duelen igual como fuertes punzadas en mi cabeza con un pesado martillo de punta fina. Como sabré si hago bien las cosas o lo correcto para mi en esta situación...

Después de presentarme con el minino, me ha seguido por todas partes.
Somos cómplices de robar una tienda, si es que se le puede denominar robo, cuando ni gobierno hay. No hay reglas, somos animales libres.
No más prejuicios, no más miedo.
Hace dos semanas que desperté, hace una semana que el gato se fue con otros gatos.
Hace unos minutos vi una luz prenderse por las ventanas del edificio. Y no era mi habitación.


Agarré las bolsas de supermercado, donde lo que llevaba era todo, menos comida.
Zapatos, cambios de ropa, revistas e irónicamente, papel higiénico.
Agarré pues, todo, y me dirigí emocionado a la luz recién encendida del cuarto del edificio.
Habrá, quien quiera que sea, haber despertado apenas?
Haberse liberado de los que fueran que nos tenían apresados?
Tenía que verlo o verla, quizás no tendría amnesia.
Pobre, no sabe lo que le espera, cuando sepa, cuando vea todo esto...
¿Y si es feliz también?



Destellos enormes acontecía mi cuarto al movimiento de la puerta, solo podía ver el rechinido que hacía al abrirla.

Luces blancas, flashazos que lograban lagrimar mis pupilas sin control, inmediato los tapo con gran velocidad. Sólo escuchaba el sonido de algunas cosas movidas por alguien, ese alguien, mi gran intriga profundizaba mi cabeza, abría mis pensamientos y dejando a un lado las dudas que me cargaba simplemente aparecía frente a mi una silueta de una persona. De una mujer.

Me quedé debajo del arco de la entrada bastante rato. La luz me dio una repentina jaqueca, aun así, pese al dolor tan grande en mi cabeza, avance a tientas, solo veía luces dentro de mis parpados, en cada que los abría, estaba la silueta femenina yendo de un lado a otro de la habitación luminoso, como si no le importara lo que pasaba, más bien, lo que no pasaba allá fuera.
"Hey, estás bien?"
La silueta dejo de moverse y empezó a caminar lentamente
alzo un brazo y !pam!
Apago la luz, tenía la mano aun puesta en el interruptor, mirándome, con esos lentes azules...


Tembloroso, avergonzado, confundido o más que todo eso junto podría sentirme al escuchar su voz melodiosa y dulce, tan dulce que llegaba a un punto en donde podría sentir mis pies flotando sobre el mar haciéndome cosquillas en las plantas de los pies y al final de cada oración que ella liberaba venia con ello un fuerte dolor, como piquetes sobre ciertos puntos de mi cabeza y mis ojos mas débiles y cansados, no sabría decir si se debía a esos dolores de cabeza o porque su belleza tendría que ser admirada completamente lo suficiente para agotarte.

Simplemente quiero volver a escucharla.

Pero ¿cómo me acerco a ella sin asustarla?
Me quedo pensando en ello debajo del arco de la puerta con los ojos cerrados.
Cuando me atrevo a abrirlos solo veo más nítidamente la silueta femenina.
Voy caminando pues de un lado a otro tropezando con lo que podían ser las cadenas amontonadas, como con las que igual desperté hace un tiempo.
"He-Hey!"
La siueta que siempre estaba danzando por toda la habitación, al parecer, cantando algo, se dejo de mover y pareciera que dió la vuelta, para ver mi silueta.
Ahora empezaba a caminar lentamente, alzando su brazo derecho
"Click" dijo ella al unísono con el apagador.
Cerré mis ojos y veía esas naturales luces de colores dentro de mi, como cuando te toman una foto con un flash casi cegador.
En eso sentí un calor en la mejilla izquierda, seguida por otra en la derecha. Abrí y vi; una sonrisa irónica con dientes blancos y unos lentes gigantes.

Llegué hasta a contar en retroceso para sentir ese entusiasmo por verla, de diez para esperar el cero, sabiendo que será algo diferente a lo que observa.

No resistí y a mitad del conteo abro los ojos de manera muy clara para apreciarla, es una combinación de colores tan perfectamente colocados en su lugar, la hace ver bien; una sudadera gris claro dándome una impresión que ella sería algo seria, su fleco largo de color café que tornaba conforme a su piel y los lentes sin acabar de destacar, ideales para su fija y tierna mirada.
Las ganas de saber mas sobre ella crecían pero pagaba un precio por hacerlo, la punzadas en mi cabeza cada vez mas fuertes y sin poder hacer nada al respecto.

Dio un paso atrás y me extendió el brazo. Como si fuera a caerse, seguro seguía mareada por "bailar" por toda la habitación. Rápido se agarró con sus manos de la mía.
Todo sin dejar de sonreír, en veces mostrando las perlas que tenía por dientes
Yo agarrado, como con un tipo de conexión invisible, ojos con gafas
Le respondí, pero apoyándome más sobre mis piernas y mi otro brazo, era bastante débil. Sabrá Dios cuanto llevara despierta.
"Este... estás bien?
- Ajá!
Debería de tener algún trauma la pobre.
- Tienes hambre?
- !!Ajá!!
- Todavía hay algo en un superama... está un poco lejos.
Seguía sonriendo.
Salimos del edificio, ya estaba anocheciendo.
Cuando le vi de nuevo, su sonrisa se borró, entonces después de embobarse con la imagen del parque y los demás edificios se giró hacía mi y decepcionada dijo.
-¿Cómo? ¿Si pasó de verdad?
-Tu sabes ¿que pasó? ¿Ya habías despertado?
- No, no, claro que no... tengo hambre pues, vamos.


Podría contarle que gracias a ella me sentía como niño con juguete nuevo, una sensación que por meses no llegaba a sentir, radiaba desde muy dentro de mi ser una gran felicidad por el hecho que temía a que fuera el único en esta ciudad pero gracias a ella cambio mi respectiva acerca de lo que pensaba cuando volvía a ese cuarto.

Solo eramos ella, yo y aquel gato que vi.

Una intriga pequeña brota en mi cabeza, realmente ¿qué le apetece a ella hacer?. Digo, somos jóvenes, el amanecer se retiro y permitió brillar la luna para aclarecer nuestra velada juntos, el tiempo era lo menos importante pero continuaba esas punzadas ya convertidas en martillazos fuertes y dejadas caer junto con la jaqueca.

Ya había pasado demasiado tiempo para que pueda olvidar como convivir con alguien y menos sabía como pasarla genial con una chava como ella. Intentando imitar sus perlas, sonreía con dificultad pero con grandes ganas de hacerlo, volteo y el calor que brindaba en mi cabeza su presencia se fue difuminando como mi intento de sonrisa. Sin ninguna palabra que decirme se retiró. Fue triste porque esperaba ser feliz junto a ella no solo hoy.

Inmediatamente mis mareos aparecieron de una manera tan rápida y no tuvieron piedad sobre mí. Sólo quería recostarme pero mi duda seguía creciendo en donde se localizaba ella en este momento y gracias a eso continuaba de pie.

No fueron los instantes que se presenciaron, fueron los segundos que se hicieron mas pesados. Supongo que caí en algún lugar de la ciudad.

Me despertó la misma jaqueca, añado que, las veces que duermo; sueño, tengo pesadillas, pero no recuerdo exactamente de que, puedan ser las luces y esas siluetas que me tenían preso.
Pero debo olvidar eso y buscar a esta chica, la ciudad sigue impecable, incluso los centros comerciales que visito para agarrar suministros, pareciera que se surten solos...
Visité el cuarto en donde me la encontré, solo había una pequeña mochila y un garrafón de agua.
Me asomo por las limpias ventanas, las abro y una exquisita brisa y fuerte hace que cierre los ojos, pero entre eso, la veo caminando amenamente, como olvidarse de lo que NO nos rodea, ¿estará idiota? ahí estaba; en el parque de enfrente.
-Hey!
Voltea y empieza a reírse, me hace ademanes de que baje.
Bajo rápidamente, con lo que puede ser, su mochila.

Más parecía desesperado que ansioso las ganas que demostraba al bajar las escaleras con su ligera mochila roja, esas que son pequeñas pero caben lo que requiere una mujer, con algunos tropiezos o mal pisadas que daba al fin llegue a la puerta, ignoré lo frió de la perilla y trataba de ignorar los molestos rechinidos que daba la puerta puesto que la jaqueca concurría cada minuto mas gorda y pesada sobre mi cabeza.

Se me hizo ver el gato que un día vi en la acera en donde estaba ella o era una simple sombra, era lo que menos importaba en estas circunstancias si alguien habitaba en esta inmensa ciudad desalojada, sólo resplandecía su silueta, si mirada desde lejos, su luz.

Salpicaba ella unas sonrisas que me cautivaba, como un vaquero lanza su cuerda para atrapar la vaca. Así de literal caí en su encantadora presencia. ¡Ah! Pero como me duele la cabeza.

Me levanto de una de las tantas veces que lo he hecho, seguro por desmayo.
Mi cabeza está tan herida emocionalmente como física, pues es lo primero que toca el suelo al desmayarme.
Es como una rutina de ejercicios: Me levanto, me pongo en cuclillas, me agarro la cabeza con ambas manos y como si fuera una pesa me voy levantando poco a poco, Me sacudo la arena del trasero del pantalón y arre.
-¿Dónde se habrán metido ahora estos?
Hablando por la chica y el gato sexualmente activo.
Abro una lata de atún y empiezo a desayunar... o a cenar, no sé si ese resplandor naranja es el amanecer o el anochecer.

Mis días se hacen eternos, es una rutina de la cual no me canso. Vivir del dolor no me importa mucho en estas alturas, la sigo viendo y a su vez, cada minuto con ella soy feliz, tan feliz que aunque esta ciudad estuviera habitada por alguien, sería más feliz que ese alguien.

El gato sin miedo alguno convive ya con nosotros, desde un principio no me parecía apropiado ese gato, después de un día que me salvo la vida lamiendo mi cara, le debo mucho. También me siento en gran deuda con mi chica (ya le digo mi chica con gran orgullo, con gran entusiasmo y sin miedo a que un día se aleje de mi) me siento en deuda con ella porque desde mi ultima vez que tuve contacto con un ser humano, me había encontrado tan a gusto, tan encariñado y tan apreciado por alguien creo que...
Demonios, mi dolor de cabeza.

Listo para levantarme de la implacable banqueta y acomodando mis manos a posición de sacudir trasero. Veo al gato sexualmente activo.
Póngamosle nombre, ¿qué tal... Calígula?

Pues ahí está, Calígula, viéndome desde el centro de la Avenida, los ojos como platos, ¿tendrá tanta hambre pues? Pues eso le pasa por dejarme, por cogelón...
¿Pero y la chica? ¿Tendrá hambre? Claro que no, ya conoce las tiendas hasta de regalos. Aún así no deja de preocuparme mi chica.
-Jé...
Me ruborizo de sobre manera cada que pienso en ella como mi chica.
Ahora me dispongo a caminar hacía Calígula, esos gatos son tan cabrones y huevones que, si nos dedicáramos a mirarnos directamente, y no me moviera hasta que Calígula lo hiciera... Bueno, por algo me levanté primero.
Ya teniéndome bien cerca, se restriega en mis piernas y maúlla, más bien, me grita, me exige, me apura.
Saco otra latita de atún, la destapo y Caligula a lo suyo.

Me preocupaba cada vez un poco mas acerca de mi chica por el hecho que no iba a las típicas tiendas en las que compraba sus cosas, no, iba a lugares cuyos no sabía ni siquiera de su existencia por esta ciudad. Ella con ternura y cariño me decía que no me preocupara.
Con el tiempo empezó a molestarse mas y mas por la pregunta rutinaria que le hacía acerca hacia a donde iba, cada vez más seco y sin sentimiento alguno me lo decía. Tal vez este exagerando pero por algo no siento esto de la nada. Un mal presentimiento.

Al igual que las palpitadas que daban mis cienes con más fuerza, claro, como ella desaparecía seguido no llegaba esos dolores a la cabeza muy continuo, pero cuando regresaba a casa, era una bomba de fastidio.
Los días en los que no estaba yo con ella, no sabía que hacer, pensaba mucho, demasiado diría yo pero como hacer algo cuando estas acostumbrado a alguien con quien amas su presencia, lastima que para el tiempo ya era muy tarde al darme cuenta que me dolía cada vez mas mi cabeza, mi cuerpo empezaba a temblar, mis manos frías junto con mis brazos con los bellos de punta, simplemente en posición fetal recostaba mi cabeza en la acera, mi cuarto o en cualquier lugar donde necesitaba realmente acostarme.

Perdía mis ánimos de comer, perdía mis ganas de arreglarme cuando ella me visitaba, soy una persona que por su pasado, nunca ha sentido el calor de un amor, sentimental y mucho menos familiar pero sabía que dolía demasiado, sabía que estaba enamorado.

Tengo unas ganas enormes de visitar el cuarto donde la conocí.
"¡Que romántico!" diría ella para sí, si llegara a ver lo que hago.

Ahora siento una atmósfera más que pesada, es ridículamente pesada. Agregamos dos cucharadas de jaqueca y una cajetilla vacía.
- Me cago en todo...
-Sería irónico que te dijera que el fumar mata...
Ahora ella ocupaba mi lugar debajo del arco de la puerta y yo yendo de un lado a otro buscando alguna colilla no tan jodida
-¿Cómo? ¿Dónde andabas?
-Preocúpate más por, dónde vamos...
Por primera vez, la vi con una mueca negativa, y peor, con lagrimas

- ¿Qué te pasó? ¿!Estás bien?!
- Viejo... por favor, además de no hacer esto más difícil... No seas cursi, no soy de esas, ¿va?...
Me gustas la verdad, eres simpático y así, pero yo soy más que rara, estúpida, ni sé como explicarte lo que va a pasar...


Completamente impactado y en blanco se quedaba mi mente, por dios, no sabía que podría ser problema alguno ser de esas personas que se preocupan por el bienestar de quien realmente quieres, más bien, no sabría que resultaría problema para ella ser como soy.
En ese momento quería cambiar los papeles con ella, ponerme en sus zapatos, poder entenderla, tratar de saber a que se refiere, entre muchas cosas que quiero hacer pero mi gran complejidad de razonamiento no funciona aquí, su: "Ni se como explicarte lo que va a pasar" fue como un golpe bajo, tan bajo que lo sentí en lo mas alto y débil en mi cabeza, como si mi cabeza fuera una pirámide, su punta tan delgada y vulnerable para que cualquier dolor de jaqueca pudiera quebrantarla fácilmente. Como voy a saber que esta bien hacer en este preciso momento y que esta mal. Solo quiero ser feliz.

Su mirada de enojada con cierta intriga de desesperada de mi me mataba cada vez mas.

-Simplemente hazlo, quiero entenderte.

Desesperado por saber que poder hacer en una situación así seguía buscando la colilla que me pudiera tranquilizar un poco, me sentía más inquieto porque el dolor de cabeza continua ahí, claro, no me molesta mucho, ya estoy acostumbrado pero actuaba diferente esta jaqueca, sentía como si las raíces de mis pelos picotearan mi cabeza y como si cada punzada que me daban tuviera como un tipo de tranquilizante, un tranquilizante que corría un ligero líquido que ardía hasta el alma. Me hacía estar un poco mareado y surgía en mi razón que algo iba a terminar, ¿qué? No sé. Podría ser mi jaqueca que ya no me iba a molestar, podría ser que al fin pude encontrar la colilla (Aunque sería estúpido que sienta tanto por una cosa tan diminuta, tan diminuta que siento que la necesita tanto en estos momentos) también supuse que Calígula podría aparecer pero creo que lo mas seguro en mi es que sea posible que mi vida termine aquí.

- ¿Qué es la felicidad en el ciclo de la vida? .

Je, "Ciclo"... casi literal a todo esto me refiero, que irónico, ¿o sería más irónico llamarlo "vida"?

- ¿A dónde quieres ir con todo esto?
Mi cara debía estar igual o más de roja de mis rodillas, pues aún seguía de rodillas buscando la puta colilla de la paz, además, parecía desvariar, me estaba sacando de quicio...

- Pues... - Se aclaró la garganta, dio dos pasos adelante, se irguió y metió sus blanquecinas manos en las mugrosas bolsas de la sudadera.
Estaba posando, posando con una gracia divina, y como las mejores cosas que deslumbran belleza, no lo hacía adrede, todo en ella era natural, se daría cuenta de su gracia y encanto no intencional?
Pero, ¿qué se yo?, el patético tipo mugrosón en bermudas, de rodillas, buscando colillas qué fumar, viendo, al ángel de sudadera gris.

-No somos los primeros, ni los últimos... 
 Continuó, aún con mayor desgano y melancolía que antes.

-Verás... Yo había despertado mucho antes que tu, había un chico que encontré en esta misma habitación, donde tu me encontraste, ¡sí! Pero de lo que te hablo, ya habrán pasado cuatro o cinco años, hasta ahora.
Te contaré lo último que me dijo.
La vida es un ciclo.
Tu, como yo somos solo sus experimentos, igual para las personas que vendrán. Nos tienen en este gran domo disfrazado de ciudad.
Quizá ni experimentos somos.

"...Somos solo un juego, un chiste. ¿De quienes? No lo sé, quizá alguna forma de vida superior con falta del sentido emocional o Dioses, Dioses de cualquier tipo, todos los dioses son vengativos y sádicos.


Pero cualquier cosa que sean, estos seres hijos de puta, tenemos lo que ellos no, tenemos un poder, cosa que no podemos explicar.
Exactamente como lo que soy ahora, chica.
Soy la representación de lo que ellos carecen, soy un alma, un espíritu, un fantasma. ¿No captas?
YO ESTOY MUERTO.

Como tu lo estarás pronto, tenemos que advertir a los demás que lleguen, debemos esconder nuestro miedo, nuestra tristeza y encontrar la forma de tener una vida mejor... bueno, para los que vienen."

La chica empezó a desbordar lo que parecía a la luz filtrada de la impecables ventanas, un tipo de maná, un liquido puro y cristalino por sus casi visibles ojos. Lloraba ahora hincada a mi lado.
- ¡Me advirtió! Yo debía haber hecho lo mismo contigo, pero quise resolverlo de otro modo, pensé que habría una salida de esta pesadilla! Lo siento tanto, de veras.

-Entonces... - Dije por fin, levantándome y limpiando las piedritas pegadas en mis rodillas.

-Entonces, ¿estás muerta? ¿Así como así? - No se me ocurrió más, repito, soy patético.

-Así como así...
Pero descubrí que hay una grieta en diferentes partes de la ciudad, como recuerdos, si ayudas a recordar a la próxima persona que venga, quien sabe... podríamos tener una alternativa de vida, una mucho mejor! Sin una ciudad abandonada con un solo habitante y un fantasma, ¡ja ja!

- ¿Entonces voy a morir? - Le interrumpí - ¿Y tu?, ¡¿Qué va a pasar contigo?!
Creo que mi preocupación por ella era más que obvia, lo que por su cara, que por fin podía ver como tal, demostraba; me miro con los ojos en lagrimas, mordiéndose el labio inferior y sus cejas arqueadas.
La conmoví, lo logré por fin.

-Entonces, ¿qué debo hacer ahora?
- Cuando... morí, fui al cuarto donde había despertado, entonces, cuando "mueras", regresarás a esta habitación y entonces te encontrará.

En camino al edificio, a mi muerte.
Fue de lo más placentera, todo el trayecto, me agarró del brazo, con su cabeza apoyada en mi hombro. Con cada paso, me apretaba aún más.

No dejaba de hablar. De coquetear. De darme miradas pícaras.

Prometiéndome que la próxima vez que nos viéramos, comeríamos algo mejor que conservas.
Y a Calígula, que se nos había unido desde hacía rato, ¿por que no?, un mejor atún.

Al llegar a la puerta del edificio, me besó. Después, como rompiendo ese momento cursi, apretó fuerte y juguetonamente mis mejillas.


--------------------------------------------------------------------------------------------------------------
Hecho por Rubén Hdz y Mario Trejo.

Fue un gran placer hacer este escrito con mi gran amigo. Paz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario