martes, 9 de abril de 2013

Un beso.


Una paradoja extraña se asoma entre el deseo de amar y aprender.
Temblando entre sí con grandes ganas de dejar de ser invierno y verano a la vez.
Grande es el deseo de aprender movimientos vivos mientras las mareas juegan.
Como sentir el deseo de valorar el roce que obsequian las almas en calma.
Aprender como desquitar las ganas y el choque entre ellas hacen que rueda.
Las partículas conviven y explotan al final tras quedar realmente exhaustas.
Llamarse el invento más increíble puede considerarse como algo cierto.
Es como estar dentro de alguien, los dos solos, sentirse vivo y muerto al mismo tiempo.
Nuestros ojos no se observan y se cierran pero conviven del mismo pensamiento.
Ese pensamiento venido de algo tan grande y por dentro llamado sentimiento.
Nuestras lenguas no buscan nada, nacen en ese momento de magia divina.
La algarabía no existe frente un gran desquite en una explosión repentina.
Uno nunca piensa cuando termina esta anécdota tan épica.
Parece ser tan benigna y dulcifica, del humano la gran enigma.
Se siente tan sincero el amor y tan dispuesto el corazón,
que no existe alrededor alguno y ni siquiera la razón.
Estamos tan dispuestos a estos que podemos morir en el momento.

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